Esta es la historia de Robinson, un chico como cualquiera de nosotros que le encantaba ver programas donde actuaban monologuistas. Se partía de risa escuchándolos.
Le gustaban tanto, que de mayor quería ser uno de ellos.
Un día, volviendo del colegio, vio un cartel donde informaban sobre un concurso de monologuistas infantiles. ¡¡Era su gran oportunidad!!
Robinson fue corriendo a su casa, mandó la inscripción por internet y empezó a prepararse.
Pasaron dos semanas y llegó el concurso.
15 chicos y chicas participaban.
A Robinson le tocaba actuar en el puesto número trece... Le tocó el número de la mala suerte... Se le hizo eterno porque estaba a punto de cumplir su sueño.
Y por fin llegó el momento...
Robinson empezó su monólogo pero la cosa no fue como él esperaba... El público se reía... pero no de su monólogo sino de él.
Salió tan triste que prometió hacer lo posible para cambiar a todas esas personas que se habían burlado de él. Quería convertirse en el "niño de la mascara de la risa"
Entonces, fue a casa de Antonio, su mejor amigo, que fabricaba trajes especiales. Quería un traje que volara para ver desde el cielo a las personas que se reían de los demás.
Robinson estaba super contento con el traje que le había fabricado Antonio.
Al día siguiente, cuando acabo la tarea que le habían mandado en el colegio para casa, se puso su traje y salió en busca de los malvados villanos a los que llamó "los burlones".
Enseguida encontró a un grupo de chicos que se estaban burlando de Alejandra, una compañera de Robinson del colegio. Se burlaban de ella porque tenía gafas.
El bajó rápidamente y le dijo al jefe de la pandilla:
- ¡Eh, vosotros, dejad en paz a Alejandra! Lanzándoles unas arañas de mentira que movían sus patas haciéndoles cosquillas.
Los burlones no podían parar de reír:
- ¡Por favor, para ya, quítanos estas arañas!
- Sólo os las quitaré si prometéis que nunca más os reiréis ni de Alejandra ni de nadie. Las personas tenemos que reirnos unos con otros pero no unos de otros.
- ¡Sí sí, por favor, te lo prometemos!
Entonces Robinson les quitó las arañas y les dijo una última cosa:
- Ahora, vais a ir por todo el pueblo y le vais a contar a toda la gente lo que os he hecho y quien soy: "el niño de la máscara de la risa"
Los burlones fueron por todo el pueblo comunicando lo que Robinson les había dicho.
El niño de la máscara de la risa tuvo que actuar unas diez ocasiones más, pero se hizo tan famoso que al poco tiempo, ya nadie se atrevía a meterse con otras personas.
Robinson entonces guardó su traje y su máscara pues ya no hacían falta más.
Siguió viendo monólogos y a los dos años, se volvió a atrever a presentarse a ese concurso de monólogos.
Esta vez, lo ganó. ¡¡Cumplió su sueño!!
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